martes, 16 de marzo de 2010

La Ofrenda

La sangre está sobrevaluada en estos días, el sobreflujo de los ríos de hemoglobina.

Tu, debajo de un puente de piedras boludas, escondido como una rata de alcantarilla. Estudiando el siguiente movimiento a realizar para que no se joda la noche.

Bueno, jodida está pero ¿Qué sigue?, la vida de puta madre que prometen tus oscuras atrocidades en la casa de unas cuadras más allá.

El caos de sonidos y luces, con puercos buscándote puede alterar a cualquiera, me altera a mí como tu biógrafo instantáneo. Siento el objeto punzocortante que describe el comandante Reyes por radio, trazando el delicado hilo de la historia.

Tú eres una postal digna del arte, sangrando debajo de un puente con miradas de angustia hacia un lugar vacío donde esperas surja tú esperanza y una vida de colores por donde escapar, como si nada hubiese pasado.

¿Acaso has pensado en la familia Sifuentes?, ¿Ellos tienen siquiera un miligramo de culpa que te haga más liviano el pecado?

Hay algo que si es divinamente justo, la sangre que pagas a los dioses de la muerte. Cometiste un crimen artero en honor a algún dios bélico sediento de vidas, ahora tú sellas la ofrenda con los chorros que no aplaca el torniquete improvisado. Y mientras se tiñe el sello tú pierdes la fuerza y la esperanza de que la noche no se jodiera, ahora muere y establece el equilibrio, tu sangre alimenta la garganta de Coatlicue, que debajo de la alcantarilla espera la cena celestial de tu pecado.

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Hay quien calla para no equivocarse...
yo mismo debería hacerlo.